viernes, 6 de enero de 2017

PROPIEDADES DE LOS ACEITES ESENCIALES



Todas las esencias son antisépticas. Hay algunas que además tienen propiedades antivirales o antiinflamatorias. El ajo y el árbol del té (Melaleuca alternifolia), se consideran los aceites antivirales más potentes.

Lógicamente, por su olor, la esencia de ajo no se emplea en el masaje de aromaterapia (aunque antiguamente fue utilizado), sino que se toma como complemento alimentario medicinal en forma de perlas de ajo. Curiosamente, el árnica que también tiene un fortísimo olor desagradable, si se emplea por su eficacia como analgésico muscular.

A diferencia de los antisépticos químicos, los aceites esenciales son inofensivos para el tejido, aunque son poderosos adversarios de los gérmenes. Jean Valnet (uno de los pioneros franceses de la aromaterapia) utilizaba aceites esenciales para tratar las terribles heridas de los soldados durante la segunda guerra mundial. Las fragancias de las esencias no sólo cubrían los olores putrefactos de las heridas gangrenosas, sino que también los suprimían, retardando así la putrefacción.

Los aceites esenciales estimulan la curación natural  y refuerzan los mecanismos del cuerpo. He aquí algunas esencias con sus propiedades:
 
-  A las esencias de manzanilla y tomillo se les atribuye la capacidad de estimular la producción de glóbulos blancos que nos ayudan en nuestra lucha contra la enfermedad.


- El espliego, en concreto, tiene la curiosa capacidad de estimular la regeneración de las células cutáneas; es estupendo para curar las quemaduras, las cicatrices, las heridas, las úlceras, etc.
 
- Los aceites esenciales también actúan sobre el sistema nervioso central, algunos relajan (manzanilla, espliego), otros estimulan (romero, albahaca). Unos cuantos tienen la capacidad de normalizar. Por ejemplo, el ajo puede hacer subir la presión sanguínea baja y disminuir la presión alta.
 
- Del mismo modo, la bergamota y el geranio pueden tranquilizar o estimular según las necesidades del individuo, un fenómeno totalmente extraño para los fármacos sintéticos o químicos.
 
La composición química de los aceites esenciales es bastante complicada. Pueden tener muchísimos componentes como los terpenos, los alcoholes, los aldehídos, los éteres y más que sin duda aún quedan otros muchos por descubrir. Ello explica por qué un único aceite esencial puede ayudar a curar una amplia gama de distintos trastornos.
 
Como los aceites esenciales son naturales (y no un producto de laboratorio), no existen virtualmente los tan temidos efectos secundarios. Los fármacos ya sean químicos o elaborados sintéticamente puede contener un único principio activo, y por muy poderoso que sea, puede estar desequilibrado. Estos fármacos no trabajan de la misma manera armónica en que lo hacen los aceites esenciales, los remedios homeopáticos o la fitoterapia. El resultado, es que actúan con una fuerza brutal desequilibradora.
 


Los efectos secundarios negativos son el resultado inevitable de un ataque violento como éste. Claro está que no todas las sustancias que aparecen en la naturaleza son benignas. Basta con pensar en las hojas de laurel cerezo (de las cuales se deriva el cianuro) y la digital, que pueden ser letales si no se administran con precaución. Sin embargo, estas dos plantas no causarán ningún problema de toxicidad si se toman de forma homeopática.
 
Un hecho interesante es que Jean Valnet y otros médicos en el campo de la aromaterapia clínica han descubierto que las combinaciones de ciertos aceites esenciales no sólo son más potentes que cuando se utilizan por separado, sino que entra en funcionamiento el misterioso factor de la sinergia: el todo que es mayor que la suma de sus partes iguales. Este hecho es especialmente notable con la acción antibacterial de las esencias. Por ejemplo, una mezcla de clavo, tomillo, espliego y menta es mucho más poderosa de lo que podría creer un químico (teniendo en cuenta los componentes químicos combinados de los aceites). Curiosamente, al igual que una nota musical disonante, si se mezclan más de cinco esencias, se obtiene un efecto contraproducente. La acción antibacterial se debilita.
 
La aromaterapia, en común con otras terapias naturales, tiene como objetivo reforzar el sistema inmunológico. La medicina alopática (ortodoxa) tiende a debilitar las defensas del cuerpo, eliminado las afecciones sin suprimir las causas.
 


Al mismo tiempo, los fármacos químicos provocan efectos secundarios contra los cuales el cuerpo deberá luchar, además de la enfermedad. Ello puede provocar una enfermedad iatrogénica (producida por el fármaco), un problema que quizá sea más amplio de lo que se suele creer.
 
No obstante, debemos adoptar un punto de vista equilibrado y aceptar que no podemos excluir del todo el uso de fármacos; todo tiene su lugar en el esquema holístico de las cosas. Si, por ejemplo, una persona no consigue reaccionar con un tratamiento natural y padece un gran malestar, o en situaciones de vida o muerte (accidentes de tráfico, disfunción congénita de órganos, etc.) la intervención de los fármacos puede ser vital.

 
 
 
 

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