lunes, 13 de agosto de 2018

ESCUCHAR A NUESTRO CUERPO PARA SANAR NUESTRA VIDA


Para la mayoría de nosotros, el interés por la unidad cuerpo-mente se reduce a lo que nos sugiere en cuanto a posibles caminos para el mejoramiento de la salud.
 
Como explica Candace Pert: «Sabemos que los neuropéptidos segregados por el cerebro también pueden facilitar el movimiento de los glóbulos blancos del sistema inmunitario hacia el lugar de una herida. Entonces, ¿por qué no se lo ha de poder dirigir conscientemente? [...]
 
Es una idea desaforada, en cuanto no hay ninguna prueba experimental de ella, pero tampoco hay nada que excluya su posibilidad». No es sólo que no hay nada que excluya esta posibilidad, sino que abundan las pruebas de que muchos de los procesos corporales que consideramos automáticos se pueden poner bajo control consciente. Por ejemplo, los yoguis entrenados en las técnicas meditativas orientales pueden modificar su frecuencia cardíaca de treinta a trescientos latidos por minuto, tal como lo demostró Swami Rama a total satisfacción de un grupo de científicos occidentales en la Fundación Menninger. Pero estas hazañas no se limitan a los místicos indios, ni siquiera a nuestra especie.
 


Los delfines que no quieren que les extraigan sangre con fines experimentales pueden reorientar su flujo sanguíneo de manera tal que se vuelva inaccesible a las agujas de los investigadores. Estudios realizados sobre ratas y ratones han demostrado que incluso la respuesta inmunitaria puede ser enseñada o condicionada para que sea más o menos activa cuando se administra a los animales un inmunosupresor o intensificador con un sabor específico, más adelante ese mismo sabor puede ser causa de que el sistema inmunitario responda de la misma manera, aun cuando la sustancia como tal esté ausente. De hecho, todo el principio de la vacunación se basa en la capacidad de aprender del sistema inmunitario.
 
Piénsese en lo que esto puede significar para el futuro. Tenemos la capacidad de adiestrar a nuestro cuerpo para que sane y elimine las enfermedades.
 
Pero para mí hay algo aún más interesante que la idea de poder controlar procesos corporales específicos. Creo que podemos valemos de las técnicas meditativas y de alteración del estilo de vida para tener acceso a la superinteligencia que, estoy seguro de ello, reside dentro de cada uno de nosotros. Esta superinteligencia es el mensaje que la psique y el soma transmiten por mediación de los péptidos, es el mapa de nuestro ADN, el código de la vida misma. Es ella quien hace de nosotros quienes somos, y es la que, si la escuchamos, nos mantendrá en nuestro camino.
 
Informados por la superinteligencia que es la clave de la vida misma, los péptidos y neuropéptidos que circulan por nuestro cuerpo para crear una red integrada de curación, nos ayudarán a realizar el máximo de nuestro potencial, siempre que escuchemos los mensajes que el cuerpo nos envía.
 
Todo esto no quiere decir que algunos no vayan a morir a los dos años y otros a los ciento dos; lo que sí significa es que nuestro organismo funcionará al máximo de sus posibilidades y nos proporcionará la vida más larga y sana que puede damos nuestra capacidad inherente. Somos muchos los que nos hemos quedado sordos a estos reclamos internos, por más que en un comienzo no lo estuviéramos.
 
Ese conocimiento de nosotros mismos es lo que debemos tratar de recuperar. El físico cuántico David Bohm ha sugerido que se reemplace la palabra "psicosomático" (que a su modo de ver perpetúa la escisión entre soma y psique, entre cuerpo y mente) por una palabra nueva, "somasignificativo", para subrayar la unidad del soma con la significación y, en última instancia, con el significado en todas sus implicaciones y posibilidades.
 
Lo que nuestro cuerpo dice, lo dice intencionalmente, y nos habla en el idioma de la salud y de la enfermedad. Una vez que aprendamos a hacernos responsables de nuestra propia salud, escuchando a nuestro cuerpo y hablando además con él, comenzaremos a ser capaces de usar nuestras enfermedades para reorientar nuestra vida.
 
Muchas personas temen que al alentar a los pacientes para que se responsabilicen de su propia salud y de sus propias emociones, haremos que se sientan unos fracasados si no consiguen curarse. Esto es perder de vista lo más importante. Estamos pidiendo a la gente que desempeñe un papel activo en el cuidado de su salud, no exigiéndole que se ponga bien. Los pacientes excepcionales no tratan de no morirse. Tratan de vivir hasta que se mueran. Entonces son un éxito, no importa cuál sea el desenlace de su enfermedad, porque han conseguido sanar su vida, aunque no hayan curado su enfermedad.



 

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