No es una mera norma social o un medio para resultar más agradable a la vista y al olfato: junto con la dieta equilibrada y el ejercicio físico, la higiene diaria completa el trípode sobre el que se asientan la salud y el bienestar.
Se suele hablar de la higiene básicamente como norma social y como forma de resultar más gratos y atractivos para los demás. Sin subvalorar en absoluto estos importantes argumentos, no hay que olvidar que la higiene es también (y principalmente) una rama fundamental de la medicina, algo directamente relacionado con la salud y el bienestar.
En los últimos años, la medicina ha venido dando cada vez más importancia a la medicina preventiva, y ésta, a su vez, se ha ido centrando de manera preferente en la dietética y la higiene.
Mantenerse "en forma" supone convertir en hábitos cotidianos una serie de normas dietéticas, ejercicios físicos y prácticas higiénicas. La piel, las mucosas, los cabellos, los dientes y las uñas sufren permanentemente cambios y se contaminan (por nuestra actividad, por el medio ambiente, por la comida, etc.), lo que puede debilitar nuestras defensas naturales y facilitar la proliferación de gérmenes nocivos. Esta es la razón médica de la higiene diaria, requisito indispensable para mantener o recuperar una buena salud.
Mantenerse "en forma" supone convertir en hábitos cotidianos una serie de normas dietéticas, ejercicios físicos y prácticas higiénicas. La piel, las mucosas, los cabellos, los dientes y las uñas sufren permanentemente cambios y se contaminan (por nuestra actividad, por el medio ambiente, por la comida, etc.), lo que puede debilitar nuestras defensas naturales y facilitar la proliferación de gérmenes nocivos. Esta es la razón médica de la higiene diaria, requisito indispensable para mantener o recuperar una buena salud.
Nuestra piel es como una envoltura externa que recibe continuamente todo tipo de estímulos y pequeñas agresiones, nos protege y conserva la temperatura corporal, impidiendo la penetración de elementos extraños.