El uso del incienso y la mirra se remonta a los tiempos más antiguos y sin duda nos vienen a la memoria ya que junto con el oro formaron parte de la ofrenda que los tres Reyes Magos hicieron al recién nacido Niño Jesús en el portal de Belén.
Tanto el incienso como la mirra son resinas, y ambos tienen una larga historia de uso como incienso. Los árboles cuya corteza produce estas resinas crecen principalmente en el sur de Arabia y el noreste de África. Unas pocas especies se pueden encontrar en la India.
Podemos pensar en Arabia como un gran desierto de arena, pero históricamente, las zonas del sur eran ricas áreas agrícolas, con sus inmensos jardines regados con aguas procedentes de los embalses. Se dice que es aquí donde vivía la reina de Saba y donde podría haberse situado el Jardín del Edén, muchos años antes del viaje de los Reyes Magos a Belén.
El incienso ha sido utilizado con fines religiosos desde hace más de 3.000 años bajo la creencia de que su humo al ser quemado transporta las oraciones al cielo, lugar donde moran los dioses. De hecho, la palabra perfume proviene de las palabras latinas que significan "por el humo." El incienso también se cree que ahuyenta los malos espíritus, se utiliza en medicina y es un símbolo de honor cuando se ofrenda a alguna entidad en particular.
El incienso y la mirra eran bienes comerciales importantes en toda la región del Mediterráneo oriental, incluyendo Grecia y Roma. Grandísimas caravanas de miles de camellos portaban el incienso desde Arabia a las orillas del Mediterráneo para el comercializarlo.