La magia del mar es aquella que se practica cerca del océano o con los objetos que fabrica o transporta el océano.
El mar ha sido durante milenios adorado, temido, consagrado, ha sido objeto de oraciones y sacrificios y de otras formas de reverenciación. Ha sido la morada de Diosas y Dioses, sirenas y tritones, ondinas y serpientes terribles monstruos y sirenas raptoras que atraían a los marinos hacia su muerte en las rocas traicioneras.
Bajo sus olas yacen antiguas tierras y civilizaciones de fábulas (Atlantis, Lemuria, Lionesia, por nombrar algunas) y de él ha surgido toda vida. Por tanto, el mar es al mismo tiempo el principio y el fin, el alfa y el omega, el origen de toda vida y el que la extingue.
En épocas anteriores, como hoy en día, los centros de población estaban situados perdidos junto a los ríos o en la costa. Aquí era fácil acceder a la comida (peces y moluscos algas), así como una plataforma en la que las embarcaciones de caña y brea, de madera y cuerda de cáñamo y posteriormente de diseño más sofisticado podían flotar y viajar a tierras lejanas.
Aquella gente que dependía del mar para conseguir su comida y, por tanto, le debían su propia vida lo personificaron; surgieron Dioses y Diosas de sus profundidades y abrieron sus brazos con amor para abrazar a las gentes sencillas, o levantar las olas que aplastaban sus frágiles botes y barrer pueblos enteros.
Igual que han sido reverenciados los arroyos, pozos y ríos, también lo ha sido el mar. Junto a los ritos religiosos se realizaba magia igual que todavía se hace hoy en día.
