Las personas, al igual que los animales, segregan unas sustancias denominadas feromonas que son responsables de su propio olor corporal.
No hay dos personas que huelan exactamente igual, aunque hay similitudes entre las razas. Ello se puede deber en especial al tipo de alimentos que comemos. Por ejemplo, las personas que prefieren los alimentos muy condimentados, prefieren también las esencias fuertes, penetrantes como el pachulí y el jengibre. Los consumidores de alimentos lácteos prefieren las fragancias florales.
La preferencia de aromas se ve muy influida por nuestro olor corporal. Las emociones, la enfermedad, la píldora (y otros medicamentos), así como los cambios hormonales como la pubertad, el embarazo y la menopausia influyen en el olor corporal y en nuestras preferencias de aroma. Ello explica por qué el mismo perfume huele diferente para cada persona y por qué perdemos el gusto por ciertos aceites esenciales y empezamos a disfrutar de otros que antes nos eran desagradables.