Cuando el cuerpo transforma el oxígeno en energía, se genera una serie de productos residuales. Cuando quemamos madera, se produce calor, y el producto residual sería el humo. Cuando el cuerpo quema el oxígeno, produce energía y productos residuales llamados compuestos de oxígeno reactivo o COR, como los llamaremos a partir de ahora.
Se trata de radicales libres peligrosos: son oxidantes que causan daños oxidativos en las células. Es la naturaleza reactiva de estos productos lo que los convierte en productos tóxicos. En química le enseñaron que los átomos están compuestos de neutrones, protones y electrones y que estos últimos tienen tendencia a unirse en parejas. En los compuestos de oxígeno reactivo, existe un electrón sin pareja orbitando alrededor del átomo. No le agrada estar solo, así que trata de robar otro electrón o incluso todo un átomo de hidrógeno, con el fin de formar un enlace. Por desgracia, el radical libre obtiene ese otro electrón de las sustancias que forman nuestro organismo y, en el proceso, crean un pequeño agujero en la pared celular, cambian la química de las mitocondrias celulares (la fuente energética de las células) o arrebatan un trocito de ADN al núcleo.
Cuando multiplicamos esos daños diminutos por los millones de radicales libres que crea el organismo cada segundo, es fácil declarar al cuerpo «zona catastrófica». Literalmente, los COR provocan que su cuerpo se descomponga y oxide. Y ahí es donde entran en juego los antioxidantes. Se encargan de eliminar radicales libres antes de que causen estragos. Cuando ya se han producido daños, se ocupan en corregir el problema.
En unos casos, el antioxidante da al COR un electrón para estabilizarlo; en otras, lo neutraliza combinándose con él para formar otro compuesto distinto que sea estable. Si su cuerpo posee suficientes antioxidantes (los buenos), estos ganarán la batalla y usted permanecerá sano. Si no es así, los «malos», los radicales libres, ganarán y le causarán una larga lista de enfermedades.
El proceso no es tan extraño como suena. Lo vemos a cada momento a nuestro alrededor. ¿Ha cortado alguna vez un plátano o una manzana para echarla en la ensalada? ¿Qué les sucede al estar expuestos al aire un rato? Se vuelven marrones. Eso es la oxidación: los radicales libres en acción. Se comen las paredes de la célula y liberan fluidos celulares, para después atacar a otras células, y así se forma esa capa marrón en la superficie de la fruta.