viernes, 31 de marzo de 2017

LA INFLUENCIA DE LOS AROMAS EN EL SUBCONSCIENTE

 
Imaginemos que estamos paseando a través de un jardín de rosas en un cálido día de junio y respiramos el maravilloso perfume de esta preciosa planta. Cambio de escena: estamos sentados en el jardín una bochornosa tarde de verano y en el aire del entorno flota el seductor aroma de las lilas. Lo que estamos percibiendo entonces y lo que percibimos cuando olemos cualquier planta perfumada es el aceite esencial que se desprende de ésta.
 
Los conocedores del mundo vegetal han descrito al aroma de las plantas como el alma de éstas. Toda persona con un poco de fantasía puede comprenderlo o al menos experimentar cómo los perfumes inspiran el espíritu.
 
El aroma se produce cuando los aceites esenciales o etéreos se evaporan. La palabra "etéreo" procede del griego, donde la palabra "éter" significa tanto como "aire celestial". Podemos seguir la consideración etimológica. Cuando calificamos de "etéreo" el estado anímico de una persona, queremos decir "transfigurado" o "arrebatado" (de lo terrenal).
 
Efectivamente, los aromas vegetales transmiten a muchas personas una idea de la divinidad o un sentimiento de vinculación con el universo. Así pues, el perfume de una rosa es mucho más que sus componentes químicos analizables. De todos modos, los amantes de los perfumes agradables deberían conocer algo acerca de su química.

Las plantas perfuman con sus aceites esenciales. La esencia que una planta contiene no es una sustancia homogénea, sino una mezcla de pocos a no tan pocos componentes. Muchos de ellos fueron descubiertos por los químicos tras un minucioso trabajo.

 
En el siglo XIX tuvo un gran auge el estudio de las sustancias aromáticas. En el año 1834, los químicos franceses llegaron a aislar por primera vez el aldehído cinámico de la esencia de canela. Unos años más tarde, los investigadores alemanes Liebig y Wóhler obtuvieron el benzaldehído, un componente de la esencia de almendras amargas. Nuevos conocimientos sobre la composición de los aceites esenciales fueron añadiéndose en períodos de tiempo cada vez más breves. Del aislamiento de las sustancias olorosas ya no estaba lejos el paso a la síntesis de éstas.


En la actualidad, los fabricantes de perfumes tienen a su disposición 5000 sustancias olorosas homogéneas y obtenidas por procedimientos químicos. Sólo una proporción muy baja de elementos básicos procede de fuentes naturales. El experto en perfumes Ohloff calcula que se trata tan sólo de un 5 %. Él explica lo bajo de esta proporción por el hecho de que las fuentes naturales no pueden atender ya la enorme demanda. La industria precisa de cantidades gigantescas de sustancias olorosas no sólo para cosméticos y medicamentos, sino también como ingrediente para detergentes o productos alimenticios. Incluso la ropa u otros objetos de uso diario están perfumados. ¿Quién no conoce el olor característico de los detergentes? Sin embargo también puede ocurrir lo contrario, como en el "Persil líquido", que ha sido lanzado por la empresa Henkel con el lema "ahora también sin perfume".

A pesar de todos los esfuerzos, los químicos todavía no han podido conseguir hasta ahora aromas exactamente iguales a los de las plantas. Sigue siendo inimitable el aroma de la madera de cedro o el de las raíces de la gramínea india vetiver, de las hojas del pachulí o de la madera de sándalo.
 
Los analistas saben cuáles son los componentes odoríferos del aroma de las esencias vegetales, que son, por lo tanto, los responsables de un determinado olor; en la cidronela, el olor a limón procede del citral; en la esencia de rosas, el tipo perfume de éstas brota del geraniol. Sin embargo, los químicos no han llegado a analizar los otros componentes odoríferos que dan el matiz. Debido a esto, los fabricantes de perfumes no pueden renunciar a los aceites esenciales naturales. Algunos fabricantes franceses de cosméticos declaran que trabajan exclusivamente con esencias naturales. Confieren a sus cosméticos naturales ese algo que los hace incomparables. En vista de estos hechos casi huelga decir que los productos naturales de los cosméticos hechos por nosotros mismos y los de la aromaterapia deben ser de primera calidad.
 
Los aceites esenciales que se emplean en aromaterapia tienen que ser necesariamente naturales.

Intervención del subconsciente


Lo que tiene lugar en el órgano olfatorio escapa a nuestro consciente. Los estímulos del olfato llegan a nuestro inconsciente e influyen sobre el sistema vegetativo con todos sus estados de ánimo, sensaciones, percepciones y motivaciones. Así se explica lo que de todos modos está claro para las personas sensibles: que el perfume de una flor pueda provocar un estado de ánimo, (por ejemplo, causar bienestar) o que reaccionemos ante el olor de otras personas.
 
Partiendo de la base de que los olores influyen en nuestro sistema vegetativo, podemos beneficiamos a nosotros mismos y a nuestros prójimos. Es posible llevar a cabo esto sin un objetivo especial para el estado de salud general, pero también puede hacerse con una finalidad terapéutica medicinal, como la aromaterapia.
 


Hay terapeutas que emplean esencias aromáticas con sus pacientes. De esto se deduce que los aromas ejercen su influencia sobre la respiración, la digestión o el ritmo cardíaco, enlentecen o aceleran la respiración o regulan dicho ritmo cardíaco. El sistema digestivo reacciona de manera especial ante los aromas. Estimulan la producción de jugos gástricos. La aromaterapia, en cambio, va todavía más allá: pretende curar las enfermedades.
 
Quien albergue dudas acerca de los efectos de los olores sobre el subconsciente, tal vez se deje convencer por el hecho de que los "estrategas" publicitarios incluyen en sus campañas sustancias aromáticas bien estudiadas. Todos los productos de consumo posibles, detergentes, jabones, cosméticos e incluso prendas de ropa, están perfumados de tal modo que puedan complacer a sus clientes potenciales. Y algunos comerciantes difunden a través del aire acondicionado aromas que predisponen a comprar. Estas estrategias deben inquietar al consumidor con sentido crítico. Quien no quiera verse sometido a tales manipulaciones no tiene más remedio que adiestrar su sentido del olfato, ser consciente así de lo que huele y preguntarse siempre qué perfume hay en el aire.

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