miércoles, 14 de septiembre de 2016

EL SENTIDO DEL OLFATO Y LA MENTE


Explicar como percibimos los olores no es fácil ya que se produce con un proceso complicado y aún no del todo comprendido. La explicación que te voy a dar es la teoría más generalizada y la que en la actualidad se suele aceptar.
 

Las sustancias odoríferas, como los aceites esenciales, despiden moléculas que son detectadas por las células olfativas en la parte superior de la nariz. Estas células son neuronas sensorias especializadas, situadas en una membrana mucosa, conectando cada una de ellas directamente con el cerebro a través de una única fibra nerviosa larga.
 
Cada cuerpo celular tiene una extensión en forma de vara hasta la superficie de la membrana, rematada en una especie de cepillo de estructuras de pelitos que son muy sensibles. Antes de que una molécula aromática pueda detectarse, tendrá que disolverse en la mucosidad. Entonces se envían respuestas ala molécula aromática en forma de impulsos a través de las fibras nerviosas hasta la zona olfativa en el cerebro. Dado que los procesos sensorios («pelitos») están en contacto directo con la fuente de olor, y dado que las células olfativas conectan directamente con el cerebro, el sentido del olfato tiene un efecto fuerte e inmediato.

Ello se debe a que la zona del cerebro asociada con el olfato está estrechamente vinculada con la zona límbica del cerebro que se ocupa de nuestras respuestas más sutiles como la emoción, la memoria, el impulso sexual y la intuición.
 
La zona olfativa del cerebro también conecta con el hipotálamo, una estructura muy importante que controla todo el sistema hormonal, influyendo en la «glándula maestra»: la glándula pituitaria. A partir de esto podemos sacar la conclusión de que cualquier proceso que pueda enviar impulsos directamente al cerebro, puede utilizarse para influir en el cuerpo físico y las emociones. Por ejemplo, el aroma de la comida caliente, especialmente si está sazonada con hierbas o especias, nos hará agua la boca y nuestros jugos digestivos empezarán a fluir, estimulando así el apetito.

El aroma, al igual que la música, a menudo puede evocar memorias. A algunas personas el olor de hospital les hace regresar al pasado y revivir una traumática experiencia en un hospital (sufrida quizá durante la infancia); es posible que se sientan temblorosos o incluso mareados. Otros aromas traen memorias agradables de un primer amor, o quizás una visita a la abuela, le siempre olía a agua de espliego.
 
Resulta interesante comprobar que los científicos afirman ahora que el olor se diferencia de la memoria en cuanto al grado, más que en cuanto a la clase.
 
Los críticos de la aromaterapia han señalado que el sentido del olfato se cansa con mucha rapidez, pues las células olfativas en la nariz se saturan pronto y cesan de detectar aromas, por consiguiente los efectos de la aromaterapia sólo pueden ser breves. Sin embargo, tal como descubrieron Marguerite Maury y otras personas eminentes en el campo de la aromaterapia, los efectos emocionales (así como los físicos) pueden durar un tiempo, aunque el aroma ya no sea perceptible.
 
Para aquellos que prefieren tener pruebas científicas de los efectos de los aceites esenciales sobre la mente, quisiera mencionar algunos experimentos realizados en los últimos diez años por John Steele (un investigador norte americano) y Maxwell Cade, un biofísico inglés. En el experimento, se conectó a un grupo de voluntarios a una máquina de EEG (electroencefalograma) denominada «Espejo de la mente» que registra los patrones de las ondas cerebrales. Los investigadores observaron los efectos sobre la mente de la inhalación de diversos aceites esenciales sobre algodones.
 
Aquellas esencias de las que se sabía que estimulaban la claridad de pensamiento (el romero, la albahaca, la menta) produjeron más ondas cerebrales beta, lo cual indicaba un estado de alerta mental. Algunos de los antidepresivos florales como la rosa y el azahar producían más ondas alfa, teta y delta, que indicaban el reposo de la actividad mental y el paso de la mente a un estado que se acercaba a la meditación.
 
En la Universidad de Warwick (Inglaterra), Steve Van Toller y George Dodd han realizado muchas investigaciones en los últimos años sobre la relación entre el olor y la emoción. Aunque por lo general han experimentado con perfumes sintéticos y otras sustancias odoríferas, aparte de los aceites esenciales, sus descubrimientos son muy interesantes desde el punto de vista de la aromaterapia. Han sido capaces de demostrar fuera de toda duda que el aroma tiene una profunda influencia sobre la mente y el cuerpo.
 
Los aromaterapeutas pueden ahora arrojar pruebas científicas a los escépticos empedernidos que disfrutan ridiculizando la práctica «superficial» de la aromaterapia.
 
Entre los numerosos experimentos realizados en Warwick, hay uno especialmente interesante: el descubrimiento de que la piel responde a los olores, incluso aquellos que no podemos oler. Una de las sustancias utilizadas era la feromona sexual segregada en la orina del verraco. Sorprendentemente, muchas personas tienen una anosmia específica a la feromona (no pueden olerla), aunque su sentido del olfato pueda ser normal en otros aspectos. Los voluntarios eran conectados a una máquina de EEG que registraba las respuestas de la piel y los patrones de ondas cerebrales.
 
Se registraron respuestas muy claras de la piel a la feromona, incluso en los voluntarios que decían no poder detectar el olor. Aquellos que podían oler la feromona la encontraban agradable o bien desagradable.
 
En Warwick se descubrió también que, si no nos gusta un aroma, podemos bloquear su efecto sobre el sistema nervioso central. Ello respalda la idea de utilizar los aceites que nos gustan más, especialmente para los problemas relacionados con el estrés. El experimento con la feromona me recuerda los efectos de la esencia de sándalo: las personas pueden tener a veces una anosmia específica a este aroma. Sin embargo, la mayoría de las personas encuentra que el aroma es extremadamente tenaz. Unos cuantos lo encuentran repugnante, detectando una nota de «sudor». Otros encuentran que el aroma es encantador y pueden dar testimonio de su potente efecto afrodisíaco.
 
Además, al igual que en el experimento con la feromona, uno y otro sexo pueden responder favorablemente al  aroma  seductor del sándalo; o al revés, responder con un «¡bah!».



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