domingo, 24 de junio de 2018

LA INFLUENCIA DE LOS COLORES EN LA CURACIÓN Y EN LOS CHAKRAS




La importancia fundamental del color en todo lo que concierne al Sistema de los Chakras, tanto en relación a la curación como al desarrollo personal, aconseja detenernos con mayor insistencia en este punto y considerar el fenómeno como un todo.
 
El color es la forma bajo la cual percibimos la luz. Vívido en experiencia, rico en profundidad, es la materia misma de nuestra visión.
 
El color de la luz es debido a las diferencias de longitud de onda. Los distintos tonos son resultado de las distintas frecuencias. Los colores «calientes», como los rojos, anaranjados y amarillos, son de frecuencia más baja que los colores «fríos», que son los verdes, azules y violetas; por consiguiente, aquéllos tienen menos energía (estas denominaciones de «calientes» y «fríos» describen la sensación subjetiva y no tienen nada que ver con la energía lumínica).
 



La luz se produce por la excitación de los electrones en los átomos. Los electrones que giran en sus órbitas pierden o ganan energía «saltando» de una órbita a otra. Cada uno de estos saltos se llama cuántico, porque equivale a un paso y a una cantidad discreta de energía, más o menos como los peldaños de una escalera.
 
Para que un electrón salte a una órbita superior debe absorber determinada cantidad de energía; cuando salta de nuevo a una posición más cercana al núcleo, devuelve esa energía en forma de fotón. Un electrón que salta dos orbitales tiene más energía que otro que sólo haya saltado uno. De ahí que el fotón emitido vibre a una frecuencia más alta, y en esta zona del espectro tenemos los azules y los violetas de los chakras superiores.
 
El color produce efectos psicológicos bien estudiados. El rojo, que desde el punto de vista fisiológico estimula el corazón y el sistema nervioso, se relaciona también con otros conceptos como la agresividad y la iniciativa; es la cólera, la sangre y el comienzo de las cosas. Los azules, en cambio, se asocian con la paz y la tranquilidad y ejercen precisamente tales efectos sobre muchas personas.
 
Incluso ciertas longitudes de onda que recaen fuera del espectro visible tienen influencia sobre la salud y el estado de ánimo. Se ha demostrado que los fluorescentes, por ejemplo, por cuanto carecen de rayos ultravioleta (invisibles para el ojo humano), son perjudiciales para la salud, tanto de las plantas como de los animales. En cambio, la luz solar completa, que contiene todo el espectro, es beneficiosa y se ha reseñado su efecto curativo en casos de artritis, cáncer y otras dolencias.


 
Si consideramos que la vía visual nos aporta la mayor parte de la información que recibimos, y que la información visual se recibe en forma de pautas de color, es evidente que los cambios sutiles de frecuencia presentes en la luz deben afectar enormemente a nuestras mentes y cuerpos. De esto resulta que el color, en tanto que octava alta de la manifestación material, podría influir sobre la materia, en sentido bastante similar a la influencia del sonido sobre la disposición física de la energía sutil.
 
Estas razones justifican el empleo de los colores en la curación, con éxitos notables. En estudios recientes se ha demostrado que ciertos matices lumínicos aumentaban hasta un 500 % la secreción de ciertas enzimas.
 
Los sanadores de antaño conocían bien ese arte, aunque hayan sido blanco de las burlas de la profesión médica. Durante los últimos cien años se han propuesto y documentado diversas teorías sobre los efectos curativos del color. Mediante métodos como bañar al paciente en luz solar tamizada por vidrios de un color determinado, o darle a beber agua que ha sido expuesta al sol en un recipiente coloreado, se han obtenido notables resultados en muchos casos.
 
Se sabe que el tratamiento con luz azul, por ejemplo, ha producido alivio permanente en casos de ciática e inflamaciones. En otros casos, se utilizó la luz amarilla para aportar claridad mental, o la roja para combatir el agotamiento físico. Si las enfermedades comienzan en el plano sutil, ¿por qué no habrían de tratarse también a nivel sutil mediante procedimientos tales como el de los colores y, sobre todo, en combinación con visualizaciones positivas?
 
Los colores de los chakras siguen una progresión lógica en relación con el espectro, de modo que la frecuencia lumínica más baja, el rojo, se relaciona con el chakra inferior, y así los demás chakras se vinculan con los colores del espectro, por su mismo orden. Parece el método más sensato de coordinar colores con chakras y es, desde luego, el más universal.
 
Por otra parte, el doctor Jacob Lieberman descubrió que la falta de receptividad para un color determinado se relacionaba, en casi un 100 % de los casos, con un estrés, una afección o una lesión de la parte del cuerpo vinculada al chakra de ese color.
 
Los colores correspondientes a los chakras, según los sistemas modernos, son los siguientes:
 
Primer chakra: Rojo
Segundo chakra: Anaranjado
Tercer chakra: Amarillo
Cuarto chakra: Verde
Quinto chakra: Azul
Sexto chakra: Índigo
Séptimo chakra: Violeta
 
Al describir el aspecto de los chakras, diversos textos de yoga atribuyen al primer chakra el color amarillo, al segundo el blanco, al tercero el rojo, al cuarto el pardo ahumado, al quinto el azul, al sexto el dorado y al séptimo un brillo deslumbrante por encima de todo color. Es posible que hayamos evolucionado y que hayan cambiado de frecuencia las vibraciones de los chakras, de tal manera que ahora sus colores guardan relaciones más próximas a las de los tonos puros del espectro.
 
Cuando se contemplan los chakras por clarividencia tampoco es probable que aparezcan en correspondencia exacta con el espectro solar descrito arriba, ya que éstos son los colores óptimos que presentarían unos chakras totalmente desarrollados y claros.
 
Según mi experiencia personal, es mucho más común ver numerosos colores en cada chakra, los cuales aparecen y desaparecen formando pautas e imágenes que guardan alguna relación con la vida de la persona. Dadas estas asociaciones, los colores pueden servir como artificios mnemotécnicos o para la meditación, a fin de acceder a nuestros propios chakras o averiguar algo más sobre ellos.
 
Para empezar, podemos practicar una lectura breve de nuestros propios chakras, consistente en observar los colores de los cuales nos gusta rodearnos en nuestra vida diaria; por ejemplo en el atuendo y en la decoración doméstica. ¿Elegimos siempre los púrpuras y los azules (según la moda más reciente a la hora de escribir estas líneas), o preferimos habitualmente los rojos relucientes y los anaranjados? ¿Es simple coincidencia que los monjes que han hecho voto de castidad vistan hábitos de color tirando al azafrán (anaranjado pálido), equilibrando la energía del segundo chakra a la que han renunciado?
 
En segundo lugar, podemos utilizar los colores que complementen nuestra aura, es decir, tonos que representen el chakra donde nos sentimos más débiles. Durante mucho tiempo, por ejemplo, sentí la ausencia del amarillo en mi aura, que además me fue corroborada por muchas amistades e individuos sensibles que me observaban. Al mismo tiempo padecí problemas de metabolismo, así como un estado de indecisión en cuanto a la manera de utilizar mi poder personal. Entonces descubrí que el uso habitual de una gema amarilla (un topacio) y el vestir prendas amarillas, paliaban considerablemente aquellas dificultades. Había logrado equilibrar mi sistema energético personal en el plano sutil.
 
Los colores pueden utilizarse también en visualizaciones de autoterapia. Siguiendo con mi ejemplo personal, en los días bajos procuraba sentarme y visualizar durante un rato mi aura revestida de un color amarillo brillante, o también visualizar los rayos dorados de la energía solar que incidía sobre mí. Lo que así proyectaba hacia afuera de mí gradualmente, fue manifestándose a mi alrededor.
 
En los talleres de trabajo se suele animar a los alumnos  para que usen prendas a tono con el chakra que vamos a estudiar tal día. De este modo, nos sumergimos todos en el espectro vibracional peculiar de ese chakra.
 
Los colores, lo mismo que los sonidos asociados a cada chakra, son una expresión más de los siete planos vinculados a ese sistema.


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