domingo, 16 de septiembre de 2018

TODOS INGERIMOS ALIMENTOS CONTAMINADOS


La ciencia del siglo XXI ha introducido tecnologías maravillosas que nos facilitan la vida, la hacen más interesante y, en el caso de la medicina preventiva y general, nos permiten vivir más y mejor. Pero como todo en la vida, hay otra cara.
 
El número de habitantes aumenta a diario en nuestro planeta, y los científicos intentan hallar a contrarreloj maneras de alimentar a una población cada vez más numerosa que no sólo consume más alimentos, sino que además arrebata suelo que antes era utilizado para cultivar.
 
El dilema del científico es fácil de plantear, pero casi imposible de resolver. Para sobrevivir debemos cultivar más en menos metros de terreno. En esta lucha contra el hambre, se han ingeniado miles de modos de acelerar el crecimiento y extender la vida de todo tipo de productos, desde las frutas y las verduras hasta el grano y la carne. Por desgracia, estas maravillas modernas contienen productos residuales bastante problemáticos, que a menos que los afrontemos nos causarán problemas de salud desconocidos hasta ahora en el mundo.
 


El peligro más inmediato procede de los contaminantes fabricados por el hombre y que llegan a nuestro organismo a través de la comida que ingerimos. Para impedir la contaminación y la descomposición de alimentos producidos en grandes cantidades y exportados a todas las partes del mundo, se utilizan sustancias químicas y ceras. También se usan para mejorar su sabor y aspecto.
 
Además, los métodos empleados para la conservación de alimentos, como el humo, la barbacoa, los encurtidos y las irradiaciones, suelen desprender contaminantes químicos.
 
En primer lugar, la mayoría de las cosechas son rociadas e irrigadas con pesticidas y herbicidas para controlar las plagas y las malas hierbas. Estas sustancias químicas son absorbidas por el aire, el agua, el suelo y las zonas de pasto de los animales de granja. Así pues, además de ingerirlas a través del producto en sí, también lo hacemos a través del agua, el aire y la carne que consumimos.

En la actualidad se está empezando a exigir a los proveedores y a los grandes supermercados que especifiquen el tipo de herbicida y pesticida empleado en sus productos. Fomente esta práctica: exija que le informen de las sustancias químicas empleadas en los productos que compra. En las tiendas locales y las herboristerías podrá comprar frutas verduras biológicos de calidad si las pide.
 
Un área preocupante es la carne y los productos lácteos que consumimos. ¿Sabía que el 40% de todos los antibióticos fabricados en los Estados Unidos se usan en los animales que después consumimos?


 
La idea es prevenir enfermedades bacterianas en los animales, pero, al comer su carne, nuestro organismo los absorbe. No es pues de extrañar que sean cada vez menos efectivos y que los microorganismos se estén volviendo resistentes a ellos.
 
Además, cada vez son mas altas las dosis necesarias para erradicar estos «bichos» latentes. ¡Se trata de un problema muy serio! Los antibióticos destruyen además los microorganismos beneficiosos que viven en nuestro intestino (lactobacilli), y eso nos hace vulnerables a todo tipo de problemas, entre ellos la micosis (candidiasis), la más común de las cuales es la vaginal.

Además, el ganado vacuno recibe hormonas femeninas para fomentar la producción de leche y nosotros las ingerimos a través de la leche, la carne, el queso y otros productos lácteos. Imagínese lo que esto hace al organismo. Se cree este tipo de hormonas son responsables del cáncer de mama y uterino, menstruaciones dolorosas y desarrollo prematuro de las niñas. Los varones tampoco son inmunes a ellas: se ha demostrado que provocan impotencia y envejecimiento prematuro. ¡Y eso no es todo!

 
Pasemos a examinar las ceras. Si, las ceras. ¿Se ha dado cuenta de que todas las frutas y verduras están enceradas? táctica se usa para que no pierdan agua y su aspecto fresco se mantenga durante periodos más prolongados. Es interesante saber que estas ceras son del mismo tipo que usamos para encerar coches, muebles y suelos. Están fabricadas con derivados del aceite de palmera, lacas, parafina y varias resinas sintéticas. Algunos alimentos que las contienen son: manzanas, pimientos, pepinos, cítricos, melones, calabazas, tomates y nabos. Le aconsejo que antes de ingerir estos alimentos, los deje en agua con jabón, que no contenga detergente (que encontrarán en herboristerías), o que los pele para eliminar estas ceras nocivas.
 
Los aditivos alimentarios se dividen básicamente en dos grupos: los añadidos intencionadamente y los no añadidos intencionalmente. Los fabricantes de alimentos añaden colorantes, ciclamatos, edulcorantes, nitratos y muchas otras sustancias potencialmente peligrosas.
 
Existen muchos estudios que las asocian con cáncer, trastornos de la atención y síndromes relacionados con la deficiencia inmunitaria.
 
 
 

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